Una gran mayoría de las culturas más importantes del mundo antiguo creían en un mundo tenebroso y sumido en las tinieblas, muy semejante al infierno cristiano, donde los humanos viajaban y se encontraban con extrañas y aterradoras criaturas que los llenaban de horror. Los mayas, que se asentaron en el sureste de México y en una buena parte de América Central, no fueron la excepción: ellos llamaron a este infierno el Xibalbá.